Amor por los chicos malos

Desde que se puso de moda la TV a la carta, abandoné la tiranía de los días y horarios. Ahora disfruto de las famosas series norteamericanas, que de tan buena reputación gozan, en la comodidad de mis madrugadas, siestas, mañanas de feriados y atardeceres de fines de semana largos.
Gracias al download, vi “The Sopranos”, “Breaking Bad” y “Mad Med”, que recientemente emitió su último capítulo. Por estos días, ocupo 50 minutos de mis jornadas viendo a Kevin Spacey encarnar a Frank Underwood en “House of cards”.
Cuando hago esta memoria, no dejo de pensar que todas estas series están encabezadas por hombres. Sin embargo, lo más interesante es que no se trata de cualquier tipo de hombres. Tony, Walter, Don y por supuesto Frank, no son héroes. De hecho, están más cerca de los villanos.
Machistas, mentirosos, perversos, incoherentes, asesinos, ambiciosos, inescrupulosos y me quedo corta de adjetivos cuando pienso en ellos. 
Entonces me pregunto, ¿por qué los amo? ¿Por qué cada vez que terminaba un capítulo lo lamento?
Ninguno de ellos, salvo Don Draper, es joven. Tampoco particularmente good looking al estilo Jon Snow que tanto deseamos. Por su parte Don, con las cantidades industriales de alcohol que ingiere, y con las infidelidades repetidas hacia sus mujeres, rápidamente se convierte para cualquiera, más allá de su belleza física, en despreciable. 
Entonces, donde reside la simpatía?
Pienso en las varias series que llevo viendo y ni Jack de Lost, ni el recién mencionado Jon Snow, ni el protector Rick Grimes me generan la empatía que estos malos.
Entonces, busco las respuestas en sus actuaciones, que han sido todas multipremiadas y destacadas por gente que sabe del tema; pienso en la producción, en el vestuario, en las historias que cuentan… y sin embargo, no estoy segura.
Buscando la respuesta, recuerdo un capítulo de Los Sopranos. Tony era un mafioso que tenía como pantalla una carnicería. Sin embargo, el dinero le llegaba en efectivo desde sus verdaderos y non sanctos negocios. Esos billetes no podían ir al banco, entonces él los escondía en su casa. Si, en esa casa que compartía con su esposa Carmela y los dos hijos de ambos. Ellos, supuestamente no sabían nada. Él no les decía, y ellos, o al menos Carmela, podían ser felizmente ignorantes. Sin embargo, en un capítulo, Carmela quiere llevar adelante un emprendimiento personal y le roba. 
Primero parece que él no se da cuenta. La relación sigue en sus términos de normalidad. Pero llega el capítulo del reclamo. Ese en el que una cree que todo se viene abajo. “Ahora él la deja”, o “la manda a matar” (porque Tony mata a todos los que no están de acuerdo con él) pienso.  Sin embargo… más que unos grititos (y lo digo en estos términos teniendo en cuenta el nivel de violencia que se manejaba en esa pareja)… nada. Él se queda con la humillación de que su mujer le haya robado, y encima, se lo niegue.
En Mad Men, Betty le pide el divorcio a Don tras años y años de infidelidades, indiferencia, maltratos y usos como trofeo.  Un tiempo después, cuando ya ambos han conformado nuevas familias, y pasan una noche juntos, ella le dice “La peor manera de acercarse a vos es a través del amor”. Por primera vez, él puede ver a su ex -mujer en la complejidad que antes tuvo cegada, pero esta vez, acompañada de otro hombre.
En Breaking Bad, el personaje de Skyler es total y absolutamente fascinante. De la cándida mamá de un adolescente con discapacidad y embarazada, a la helada esposa de un prófugo. Ella ayuda a Walter todo lo que puede, pero eso mina su confianza y su amor. Al final, no hay ruegos posibles. Ella cerró la puerta y se convirtió en una mujer casi tan desalmada como él. Allí, todos se hicieron malos.
Y Claire… Ooohhh Claire es el amor. No alcanzan las palabras para decirla. Una mujer que es demasiado buena para su marido y que sin embargo, sabiéndolo, lo ayuda, lo potencia, lo crea, lo hace Hombre.
Con todo esto, me vuelvo a preguntar ¿por qué amé tanto a estos personajes?
Y la respuesta que me cae es: por sus carencias. 
Todos están un poquito rotos, un poquito incompletos, tratan de ocultarlo detrás de todas las fachadas posibles, desde la violencia y el dinero hasta con el traje y la mentira… pero la magia de las historias que han creado esos guionistas nos permite a los espectadores conocerlos en sus punto flacos, en sus miserias, en eso que los hace despreciables y a la vez, plausibles de ser amados. 
Pero hay algo más. En las series que he reseñado, todas las mujeres (Sean esposas, hijas, amantes, socias, o secretarias, aunque aquí solo haya mencionado a las parejas) tienen un papel preponderante. Son las que conocen las debilidades. Talvez inician con personalidades inocentes, pero, para identificación de quienes miramos, adquieren la fuerza suficiente para ser personajes tan complejos y llenos de matices como los masculinos. 
Ellas también mienten, son infieles, tienen sexo casual, gritan, se enojan, abandonan, delinquen, ambicionan, olvidan los escrúpulos frente sus objetivos y siguen adelante, a veces amando, a veces olvidando, pero siguen.
Entonces me pregunto ¿Quién quiere al hombre perfecto? ¿Para qué querríamos un héroe omnipotente al lado de quien nunca podríamos desplegar nuestros encantos, ni nuestras miserias?¿Por qué la chica debería quedarse esperando a ese señor que soluciona problemas, resuelve vidas y da la felicidad para siempre? ¿Cuánto esfuerzo nos requeriría ser compañeras de estos hombres perfectos? Ese que es tan bueno, tan ético, tan piadoso y, por suerte, tan… inexistente. 
Me alegro, y vuelvo a enamorarme de estos viejos, gordos, pelados, fumadores y gritones porque, si bien son personajes de ficción, están mucho más cerca de los reales. 

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